viernes, 10 de diciembre de 2010

Cuba recuerda a John Lennon




La Habana., 8 de Diciembre del 2010.- Los cubanos recordaron hoy el 30 aniversario del asesinato de John Lennon con un programa de conciertos y exposiciones por toda la isla, donde también se conmemoró el décimo aniversario de la estatua dedicada al ex Beatle en un parque de La Habana.

En las ciudades de La Habana, Santa Clara, Santiago de Cuba y Holguín fueron programados varios espectáculos para interpretar la música de Los Beatles y celebrar el “legado cultural” de Lennon, una iniciativa que ya se ha hecho tradición en la isla por esta fecha.

En Santa Clara un grupo de músicos realizaron un concierto al amanecer de este miércoles en la azotea del Museo de Artes Decorativas de la ciudad, inspirado en la legendaria presentación de Los Beatles en 1969 desde el techo de la discográfica Apple en Londres.

Por su parte, ocho artistas plásticos inauguraron en la ciudad oriental de Holguín la exposición “El sujeto omitido” , en la que reflejan la influencia de Lennon en sus obras.

El concierto central está previsto que se realice esta noche en La Habana con el nombre de “Give peace a chance” , y ha sido organizado por el Ministerio de Cultura, el Instituto Cubano de la Música y la Agencia Cubana de Rock.

Su promotor es el músico cubano Luis Manuel Molina, quien homenajeará a Lennon junto a un elenco de conocidos cantantes e instrumentistas de la isla como Osamu Menéndez, Vicente Feliú, Gerardo Alfonso, Yassek Manzano y Pedrito Calvo, entre otros.

Según informó Molina a medios oficiales, las actividades en La Habana por los 30 años de la muerte del músico británico coinciden esta vez con el 20 aniversario del primer homenaje a Lennon organizado por instituciones estatales de Cuba, donde la música de Los Beatles llegó a estar censurada.

Además, se cumple una década de la inauguración de la estatua de bronce dedicada a Lennon en el parque de La Habana que lleva su nombre, la cual fue descubierta en el año 2000 por el entonces presidente Fidel Castro.

martes, 7 de diciembre de 2010

El día que murió John Lennon


Foto: GETTY


30 ANIVERSARIO
El día que murió John Lennon

La noche del 8 de diciembre de 1980, cuando John Lennon y su esposa Yoko Ono regresaban a su apartamento en el Edificio Dakota de Nueva York, un joven de 25 años salió de entre las sombras y disparó a quemarropa. Cuatro de los cinco disparos que efectuó Mark David Chapman impactaron en la espalda del músico, que falleció apenas veinte minutos más tarde en un hospital. Treinta años después, John Lennon ostenta la categoría de mito en el imaginario colectivo, y su asesino, condenado a cadena perpetua, sigue en prisión solicitando la revisión de su libertad condicional.

El por qué Mark David Chapman disparó a John Lennon sigue siendo una incógnita a día de hoy. Tratándose de un enfermo mental, se podría comprender que, tras disparar a Lennon aquel 8 de diciembre de 1980, Chapman se sentara tranquilamente en la acera a la espera de la llegada de la Policía, o que una de las razones que esgrimió en su momento para justificar sus acciones fuera: "Él sabía dónde iban los patos en invierno y yo necesitaba saberlo".

Con esa frase Mark David Chapman hacía referencia al libro El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, una novela considerada clave en la historia de la literatura estadounidense del siglo XX y que el asesino calificó de "un libro extraordinario que contiene muchas respuestas". Era, en definitiva, una de las mayores obsesiones de Mark David Chapman. Las otras eran los Beatles y el hombre al que asesinaría.

Pero ¿quién era John Lennon por aquel entonces? Lennon había sido uno de los fundadores clave de los Beatles más de dos décadas atrás, con su banda The Quarrymen. A ella se incorporaron Paul McCartney y George Harrison tan sólo un par de años antes de rebautizarse como The Beatles. Ringo Starr, el último del cuarteto conocido, llegaría en 1962.

Compositor y vocalista de la banda, fue junto a McCartney el responsable de algunas de las canciones más recordadas de los Beatles. Y, al mismo tiempo, uno de los principales culpables de la ruptura del grupo en 1970.
Un 10 de abril de ese año fue cuando Paul McCartney le contó al mundo la separación de la banda alegando diferencias "personales" y "empresariales". La mayoría de ellas eran con John Lennon, que ya un año antes había anunciado a los integrantes del grupo sus intenciones de dejarlo.

El músico había perdido el interés por los Beatles ya en 1965, cuando en una entrevista afirmaba: "Podríamos haber puesto cuatro figuras de cera sobre el escenario y la gente hubiera seguido igual de satisfecha. Los Beatles ya no tienen nada que ver con la música". Desde entonces, John Lennon se dedicó a sus trabajos de música experimental con su mujer, Yoko Ono, y declaró abiertamente no sentirse identificado con el último disco de los Beatles, de 1970.

Las versiones de quién fue el responsable de la ruptura de los Beatles varían: Se culpa a Yoko Ono, a McCartney y a Lennon por separado o a las malas relaciones entre ellos tres. Lo cierto es que ya antes del año 70 todos trabajaban en sus propias carreras en solitario.

Si los Beatles le habían convertido en un icono popular, su activismo político le convirtió en un símbolo social. Entre finales de los 60 y principio de los 70 Lennon se implicó en distintas causas cívicas, tanto con conciertos, como con donaciones o declaraciones.

Give Peace a Chance o Power to the People fueron dos composiciones de Lennon que se convirtieron en himnos contra la Guerra de Vietnam y la segregación racial en Estados Unidos. Un conflicto que provocó incluso que el Gobierno de este país, dirigido entonces por Richard Nixon, tratara de deportarlo del país.

Habían sido algunas de las declaraciones incendiarias de Lennon las que habían sembrado en la mente enferma de Mark David Chapman la semilla del odio. Fan de los Beatles desde que tenía 14 años, no logró entender que Lennon renegara de ellos y especialmente de su relación con McCartney, con quien mantuvo duros intercambios de declaraciones a través de los medios varios años después de la separación del grupo.

Como ferviente cristiano evangélico, Chapman tampoco permaneció ajeno al torbellino de críticas que había desatado Lennon en 1966, cuando, durante una conversación con un periodista, consideró que los Beatles eran "más famosos que Jesucristo". Una ola de rechazo surgió entre los sectores más conservadores de Estados Unidos y miles de discos de los Beatles fueron literalmente lanzados a la hoguera.

Tras muchos años idolatrando a John Lennon, de pronto el gran héroe de Mark David Chapman se tornó en villano y en su cabeza empezó a rondar la idea de asesinarle. Víctima de los malos tratos en su infancia y con un largo historial de crisis psicológicas, es un misterio en qué punto toma la determinación de acabar con la vida del músico, pero lo cierto es que se decidió a hacerlo. Y lo consiguió.

Ya en octubre de 1980, Chapman había intentado asesinarlo, aunque desistió y regresó a su hogar. No obstante, el 6 de diciembre volvió a volar hasta Nueva York. La mañana del 8 de diciembre, antes de salir del hotel, Chapman dejó una copia de El Guardián entre el Centeno y en sus páginas de cortesía escribió: "Esta es mi declaración".

Pasó todo el día frente a las puertas del Edificio Dakota, al lado de Central Park, donde vivía Lennon. En esas horas estuvo hablando con los fans del músico que a diario acudían allí e incluso se cruzó con John Lennon, al que le pidió que le firmara una copia de su último álbum,Double Fantasy. En aquel momento, se replanteó su objetivo inicial, pero finalmente decidió esperar al músico hasta su regreso para asesinarle.

En el juicio posterior al que se sometió el propio Mark David Chapman se negó a que su abogado alegara una enfermedad mental y fue condenado a cadena perpetua, con posibilidad de revisión a los 20 años.Las seis veces que ha pedido la revisión de su condena, le ha sido denegada por razones de seguridad, tanto del resto de los ciudadanos como de él mismo.

* Tomado de europapress.es

Contemplando las ruedas


("Congo Lennon" Obra del Maestro Omar Figueroa Turcios - "Un tributo desde el Caribe Colombiano al hombre que imaginó un mundo sin fronteras, sin religiones, sin estados, sin hambre y a toda la gente viviendo en paz")



La gente dice que estoy loco
Haciendo lo que estoy haciendo
Me hacen toda clase de advertencias
Para salvarme de la ruina
Solo estoy sentado aquí
Contemplando las ruedas girar y girar...

(Watching the Wheels, de John Lennon)

Por Pepe Enciso

¿Dónde estabas cuando mataron a Kennedy?, ¿cuando Neil Armstrong pisó la Luna?, ¿cuando cayó el muro de Berlín?, ¿cuando mataron a Lennon?, suelen preguntarle a uno.

Por mi parte,esa noche de hace treinta años, 8 de diciembre de 1980, acababa de ver en escena la que estaba llamada a ser la sucesora de The Beatles. La banda sobre la que estaban puestas todas las esperanzas después de sobrevivir al frívolo Disco y al destructivo Punk.

The Police tenía todo: energía, sensibilidad, virtuosismo, inteligencia. Como The Beatles, cada canción era un hit que quedaba pegado al dial de la radio: Roxxanne, Message in a Bottle, So Lonely, Don´t Stand so Close to Me, De, do, do, do, de, da, da, da, constituían la banda sonora de ese comienzo de una década que, como la de los sesenta, presagiaba magia.

Pero la magia se rompió al salir mi amigo Willi Vergara y yo al parqueadero del Sunrise Musical Theater de Fort Lauderdale.

Una rubiecita lloraba inconsolable en el hombro de su pareja, un chico sentado en el piso con la cabeza entre sus piernas ocultaba su dolor y un grupo al pie de sus autos, reventando botellas de cerveza contra el suelo, lanzaba todas las imprecaciones de cuatro letras existentes en el idioma de Shakespeare.

“Lennon got killed”, alcanzamos a oír, y este corazón, nacido en una pequeña ciudad del Caribe colombiano entre porros, gaitas y merecumbé, lejísimos de Liverpool y que John seguramente ni sabía que existía, se encogió del tamaño de una bolita de uñita ante la noticia, y el éxtasis dio paso al dolor.

Y es que digan lo que digan John era The Beatles, y aunque requisitos contractuales les exigían a él y a Paul firmar las canciones como Lennon y McCartney, todos sus fans sabíamos cuáles eran de su autoría. Las más inteligentes, las más duras, las más determinantes.

Recordé en ese instante cómo rompía yo la rutina musical de los quinceañeros curramberos para que me dejaran poner Twist and Shout. Aprendí a tocar la armónica después de verlo iniciar los primeros acordes de I should have known better montado en un vagón de tren en el film A hard day’s night que vi en el teatro Cartagena; aluciné, literalmente, con Strawberry Fields Forever; supe lo que es una crónica musical con A Day in the Life, y descubrí que no estaba solo en mi utopía oyendo Imagine.

Él, que había sobrevivido a miles de desenfrenos que lo llevaron hasta los umbrales de lo oculto, a persecución por parte de la CIA que lo tenía en la lista de los más peligrosos del planeta, enemigos de la sociedad, en la honrosa compañía de Malcolm X, Eldridge Cleaver, Angela Davis, Danny El Rojo, Charles Manson, no pudo evitar los balazos propinados por un pobre diablo, un triste sicópata como los miles que deambulan en un país donde cualquiera puede comprar un arma, entrar en un colegio o en un McDonald’s y rociar de muerte a quien se le atraviese.

Porque Mark Chapman no era más que un pobre diablo cuyo primario cerebro no era capaz de conciliar su anodina vida con la condición de fan que, sazonados con la lectura de un libro tan amargo como The Catcher in the rye, de J.D. Salinger, activaron el asesino que había dentro de él. Porque ¿qué otra razón puede haber, aparte de la confusión e incapacidad de su frágil mente, para pedir un autógrafo al ídolo que ya no quería serlo más, que “sólo quería observar las ruedas girar”, como se lo decía a todo el que pretendía idolatrarlo, obtener este autógrafo y después ultimarlo a balazos?

Nunca imaginó John que su célebre frase: Somos más famosos que Jesucristo, lo convertiría, 1.980 años después del Gólgota, en el Mártir, no del Gólgota, sino del Dakota, confirmando ese popular proverbio que dice: Cuidado con los que deseas, corres el riesgo de obtenerlo. Menos mal, y para alivio del difunto, contrario a lo que pasó hace 2.010 años, a nadie se le ocurrió fundar el Lennonismo, aún en estas épocas de iglesias de garaje.

Viéndolo hoy, con la perspectiva que dan tres décadas, y con la ineludible tentación de escarbar en el asesinato de John buscando significados subliminales, uno especula: se acababa una era, comenzaban los ochenta, Lennon cumplía 40 años y decide participar en ellos saliendo de su retiro con un espectacular álbum donde vertió toda su satisfactoria vida personal del momento, circunstancias que hubieran sido irrelevantes si no fuera porque 25 años atrás, cuando ya John era un Teddy Boy de 15 años en su natal Liverpool, en Forth Worth, Texas, empezaba a gestarse la vida de quien a la postre sería su asesino. ¿Es esto lo que llaman karma, dharma o lo que sea?

Hoy, treinta años después, me siento parte de ese karma y especulo pensando que si no hubiera asistido esa noche del 8 de diciembre de 1980 al concierto de The Police, si John y Yoko se hubieran demorado en llegar al Dakota o Mark Chapman se hubiera perdido en el subway y hubiera terminado en Brooklyn, si solo hubiera permanecido “observando las ruedas girar y girar”, mi amigo Lennon estuviera vivo.

* Tomado del Semanario Latitud de el Diario El Heraldo de Barranquilla (Dic. 2 de 2010)